Mendoza viene sufriendo las consecuencias de más de una década de sequía y los efectos del cambio climático agravaron una problemática que todos los años toma protagonismo en la provincia: la falta de agua, lluvias y nevadas.

    Febrero se caracterizaba por las precipitaciones más frecuentes. Sin embargo, este año el acumulado es notablemente inferior al promedio y las alertas se encendieron.

    La reducción de nevadas durante los meses de invierno y la disminución permanente de los glaciares trae como consecuencia un menor caudal para los ríos. Y un impacto alto en la disponibilidad del recurso en los embalses que registran volúmenes acumulados escasos.

    A esa situación, se suma la falta de lluvias que provoca pérdidas importantes para el ecosistema que se ve afectado por esta sequía histórica.

    Los pronósticos desalentadores se repiten en diversas regiones de Argentina. En el caso de Mendoza, si observamos la estadística climática para el Gran Mendoza, febrero es el mes más lluvioso del año, con acumulados promedio de 44,3 milímetros. En los últimos 30 años la situación es otra.

    “Actualmente febrero lleva acumulado menos de 1 milímetros y si miramos el último año el déficit en las precipitaciones es superior al 25%. Un déficit similar se observa en San Rafael, mientras que en Malargüe y San Martín se registra un déficit superior al 30%. Esto da cuenta de la situación de sequía que atraviesa el centro de Argentina, lo cual en parte es atribuible a la influencia del fenómeno de La Niña. A su vez, la ocurrencia de olas de calor cada vez más frecuentes exacerba los impactos del déficit en las lluvias, generando un estrés hídrico significativo en la vegetación”, explicó el investigador y doctor en Ciencias de la Atmósfera y los Océanos, Juan Rivera.

    De acuerdo al pronóstico estacional elaborado por el Servicio Meteorológico Nacional, se esperan acumulados de precipitación normales para el trimestre febrero-marzo-abril sobre buena parte de la provincia de Mendoza.